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¿Por qué comemos sopa cuando nos sentimos mal?


Eso es lo que hacían nuestros abuelos, los abuelos de nuestros abuelos y decenas de generaciones antes que ellos.

Aunque la forma en que nos alimentamos ha variado enormemente y las teorías que asocian la medicina y la nutrición han cambiado de forma radical, la cocina para los convalecientes se ha mantenido constante durante siglos, según una investigación llevada a cabo por Ken Albala, historiador de la Universidad del Pacífico, en California, Estados Unidos.

Ya en el siglo XII, los médicos recomendaban sopa de pollo -conocida como la “penicilina judía”- para combatir la gripe. El instinto de los médicos de antaño era correcto: es cierto que este alimento actúa como antiinflamatorio en los pacientes con gripe.

El mismo consejo era impartido en el siglo XVI, donde el sentido común recomendaba darle a los enfermos “comida liviana, nutritiva, restauradora y de fácil digestión”.

Desde el punto de vista de la nutrición, los beneficios son obvios: una buena sopa nos permite digerir los nutrientes que necesitamos, sobre todo si estamos mal.

Para los problemas, sopa

Algo que sorprendió a Albala durante su investigación es lo parecidas que son las antiguas recetas de sopa a las que figuran en los libros de cocina contemporáneos. Los ingredientes y las técnicas son iguales.

“Uno le da sopa a la gente cuando está atravesando momentos difíciles, hay algo en ella que te hace ofrecerla en momentos problemáticos”

Diana Henry, chef y escritora

Diana Henry, chef y escritora, también coincide en que la sopa es uno de los pocos platos cuyas distintas recetas se han pasado de generación en generación, por razones emocionales.

“Uno le da sopa a la gente cuando está atravesando momentos difíciles, hay algo en ella que te hace ofrecerla en situaciones problemáticas”.

Diversas recetas de sopa de pollo se incluyen en una serie de libros de cocina.

En un libro portugués de 1758, por ejemplo, hay una receta “reparadora” de sopa de pollo y perdiz. El pollo es también un ingrediente clave en los caldos de “Cómo cocinar para lo enfermos y convalecientes”, un libro publicado en 1901.
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